domingo, 30 de octubre de 2016

El tamaño si importa. Analogías I

Hace un par de días fui a consulta con el dentista para un chequeo “de rutina”. De esos que debes hacerte muy periódicamente pero que, cuando menos en mi caso, lo hago cada que me lleno de valor y coraje para asistir.
Debo decir que la experiencia fue agradable, ya no sentí el mismo temor de veces pasadas ni tampoco llegó ese olor tan peculiar y nauseabundo de consultorio.

La doctora me preguntó lo que me pasaba, el por qué asistí a consulta. Le mencioné que mi mandíbula tronaba demasiado al abrir la boca, que consumía demasiado chicle y que podía masticar, morder y despedazar un chicle por más de 3 horas. También le mencioné que apretaba mucho mis dientes, al dormir, al callarme algo o al tragarme un enojo. Fue ahí cuando la doctora hizo un pequeño sobresalto y sus ojos parecían desorbitarse. Creo que las cosas que para mí son “normales” para las demás resultan excesivas.

Al comenzar el chequeo, la dentista pidió que abriera lo más posible mi boca, se que tengo labios pequeños y poco carnosos pero me dio risa al escuchar que yo tuviera «la boca demasiado pequeña». Yo, quien le gusta decir muchas cosas, más no las que siente. Yo, quien le gusta comer mucho y rápido pero que la mayor parte del tiempo mantengo cerrada la boca para no figurar. Yo, quien siento bonito cuando me besan pero no me gusta besar mucho. O tal vez sí, pero creo que no se hacerlo.
Soy de los que prefieren morder labios, mejillas y, por supuesto, pompas. Soy de los que les gusta rozar mis labios con el cuello, recorrer el pecho y llegar a senos que pueden parecer almohadas. De los que le gusta jugar con las panzas y CLARO, las orejas. Pero no besar.

Tal vez mi problema es que tengo boca pequeña para decir lo que siento, lo que me gusta y lo que me molesta pero tengo demasiado grande el ego y la soberbia para demostrarlo. Nunca me gustó mi boca. Labios pequeños, dientes un tanto separados, lunar que no es el mejor y ese pequeño levantamiento del labio superior que pareciera pico de pato.

Después de esto me pregunté si tenía mi boca más pequeña que mi cerebro, si era al revés o los tenía del mismo tamaño. No se la respuesta de esto


Se que después de todo, el tamaño sí importa pero también sé que nunca es demasiado tarde para hacer las cosas. Y menos tarde es cuando se ha modificado el horario de invierno.

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