martes, 23 de enero de 2018

OMINÓRCA

Antes creía que mi caso de vida era único, que nadie sufría como yo.
No supe hasta ahora que soy un individuo más con ínfulas de grandeza.
Ahora que subí mucho veo que mi caída es muy dura pero silenciosa.
Invierno en el hemisferio norte al igual que en mi corazón, muy frío.
Lamento lo que fui, lo que soy, como fui y las palabras tragadas.
Impestuoza es mi cabeza cada noche que recuerdo tu piel, tu olor.
Leo tu nombre en cada cosa que escribo, ¿Será porque lo hago para ti?

sábado, 27 de mayo de 2017

Segundo pronombre del sujeto en singular




Ni amor, desamor, felicidad, tristeza, pena, alegría o sufrimiento. Ahora me doy cuenta que lo que me alienta a escribir eres tú. Tú en forma de amor, desamor, felicidad, tristeza, pena, alegría o sufrimiento. Pero a fin de cuentas; tu.

-extraño

miércoles, 2 de noviembre de 2016

No hablemos más del amor

«Tengo en mi corazón un jardincito con tu nombre» dijo Alguien, dijo Nadie, dije Yo. Según el rostro y la línea del tiempo, se dijeron muchas cosas más: promesas, apodos, consuelos, insultos. En fin, que conocemos la historia, aunque no nos dejen de encandilar los pormenores.
Podemos evocar, por ejemplo, a la jovencita que llora, en su cumpleaños número quince, porque su novio la ha dejado, aquel novio que unos meses antes, a propósito de San Valentín, le había regalado a Soso, un oso de peluche encantador. Ahora la jovencita abraza a Soso y se convence de que nadie la volverá a querer igual.
Y así podemos reenfocar la cámara cuantas veces queramos. Poetas calientes que se encuentran en un slam y tras unos mezcales terminan en una esquina como pulpos todos saliva y manos que se escurren y ganas y versos y excesos; matrimonios que van juntos al Registro Civil a divorciarse y saliendo de ahí cogen furiosamente en el sillón de su antiguo departamento, lleno de cajas empacadas; solitarios que de madrugada se ponen a ver las fotos de la boda de su ex y luego se masturban con pornografía sueca. Borrachos en cantina. Mentadas de madre y baja la voz que te va a escuchar el vecino. Recuerdos de manos rozándose y ese paraíso manoseado y agridulce de los etcéteras.
Conmueve pertenecer a esa raza que hace poemas y dedica canciones, que se regala piedras preciosas, que entierra tesoros y lanza botellas al mar con mensajes mal acentuados. ¿Y luego qué? No hablemos más de amor, se los suplico. No nos llenemos la boca de falsas vanidades, no proclamemos más verdad en donde sólo hay desborde. Cuánto daño nos hemos hecho por querer fotografiar el ruido.
Aprendamos mejor a soportar la contradicción: ahí donde nace el lenguaje, en la mirada del otro, muere también cualquier intento de enunciar sentido. Toda narrativa miente en su pretensión lineal, todo afán demostrativo termina por encontrar el absurdo. «Todo fue una mentira», se afirma comúnmente después de un final, y es de cierta forma verdadero si por mentira entendemos devenir, gratuidad, construcción, evanescencia y paradoja.
No concibo una vida humana que no tenga en su haber una herida, un surco insondable de encuentro-desencuentro, una imagen mental, artificiosa si se quiere pero palpitante, de la completud. Quizá ese sea el pecado original: ese mácula inalterable de humanidad —de ansia, de deseo, de esperanza— que nos conecta una y otra vez y nos lleva a amarnos, a odiarnos y a crecer a nuestro pesar. Quizá habríamos de estar agradecidos por ella.
Callemos, pues, que hablar de amor es inútil cuando nos reconocemos tiempo y latido. Quedémonos a lo más con los nombres propios que, como hoyos negros, succionan todo en su infinitud y nos dejan sin palabras.

Nerea Barón

domingo, 30 de octubre de 2016

El tamaño si importa. Analogías I

Hace un par de días fui a consulta con el dentista para un chequeo “de rutina”. De esos que debes hacerte muy periódicamente pero que, cuando menos en mi caso, lo hago cada que me lleno de valor y coraje para asistir.
Debo decir que la experiencia fue agradable, ya no sentí el mismo temor de veces pasadas ni tampoco llegó ese olor tan peculiar y nauseabundo de consultorio.

La doctora me preguntó lo que me pasaba, el por qué asistí a consulta. Le mencioné que mi mandíbula tronaba demasiado al abrir la boca, que consumía demasiado chicle y que podía masticar, morder y despedazar un chicle por más de 3 horas. También le mencioné que apretaba mucho mis dientes, al dormir, al callarme algo o al tragarme un enojo. Fue ahí cuando la doctora hizo un pequeño sobresalto y sus ojos parecían desorbitarse. Creo que las cosas que para mí son “normales” para las demás resultan excesivas.

Al comenzar el chequeo, la dentista pidió que abriera lo más posible mi boca, se que tengo labios pequeños y poco carnosos pero me dio risa al escuchar que yo tuviera «la boca demasiado pequeña». Yo, quien le gusta decir muchas cosas, más no las que siente. Yo, quien le gusta comer mucho y rápido pero que la mayor parte del tiempo mantengo cerrada la boca para no figurar. Yo, quien siento bonito cuando me besan pero no me gusta besar mucho. O tal vez sí, pero creo que no se hacerlo.
Soy de los que prefieren morder labios, mejillas y, por supuesto, pompas. Soy de los que les gusta rozar mis labios con el cuello, recorrer el pecho y llegar a senos que pueden parecer almohadas. De los que le gusta jugar con las panzas y CLARO, las orejas. Pero no besar.

Tal vez mi problema es que tengo boca pequeña para decir lo que siento, lo que me gusta y lo que me molesta pero tengo demasiado grande el ego y la soberbia para demostrarlo. Nunca me gustó mi boca. Labios pequeños, dientes un tanto separados, lunar que no es el mejor y ese pequeño levantamiento del labio superior que pareciera pico de pato.

Después de esto me pregunté si tenía mi boca más pequeña que mi cerebro, si era al revés o los tenía del mismo tamaño. No se la respuesta de esto


Se que después de todo, el tamaño sí importa pero también sé que nunca es demasiado tarde para hacer las cosas. Y menos tarde es cuando se ha modificado el horario de invierno.

miércoles, 29 de junio de 2016

Biorremediación de amor.

29 de junio de 2016.


Antes decía todos los días que te quería, no era para convencerme, no era para que me creyeras, no era para superar. Lo decía porque te quería. Te quiero.
No lo decía con palabras, tal vez. Pero se que lo demostraba con un apretón de mejillas, con agarrar tus aretes que me siguen pareciendo de perfecta medida en relación con tus pequeñas orejas. O tal vez al ponerte de lado de la pared en aquella banqueta que recorríamos casi a diario. Tal vez lo hacía en forma de molestia cuando no estaba contigo, cuando estabas con aquel amigo en común que siempre me pareció una amenaza. No lo se, tal vez solo fueron muestras de caballerosidad, muestras de celos, muestras de querer tener algo entre mis manos porque no sabía que hacer contigo.

Tal vez pudiste creer que te quería pero no era ni la mitad de lo que tu querías, o que te quería la mitad de lo que merecías porque creías que yo creía que te quería. 

Pues no. Te quería, tenía conflictos conmigo por ti. Era una nueva forma de vida que entraba en mi sistema y mis defensas no supieron reaccionar. Eras esos organismos que trataban de remediar un suelo contaminado, ese suelo que necesitaba biorremediarse por un contaminante que se adhería muy bien y se filtraba hasta su núcleo y el suelo no tenía ya, forma cualquiera de vida. Fuiste esos microorganismos que salvaron un suelo, que ahora permite que haya vegetación y no tiene ya residuos de aquel contaminante.

Gracias.

Te invito a que seas parte de esto. Te invito a que tus microorganismos sigan viviendo en este medio, no se verán contaminados en lo más mínimo y al contrario, se verán reforzados por los nutrientes que hay en el suelo. Eres bienvenida.

Dice una canción que cuando vengas, no toques la puerta, que la abras a patadas. Que hagas todo el ruido posible, porque es justo. Ven, patea todo y llega a mi. Porque se puede, porque se quiere y por favor.

Eres huracán, eres bienvenida. Disculpa el relajo que encontraste, no estaba nada ordenado pues conociste una zona de guerra, te vas a impresionar la forma en que este lugar se levantó de los escombros. 

Lo tenía que escribir, no podía soñar otro día con lo mismo y no tomar cartas al respecto. no podía seguir creando esta historia en mi cabeza sin sacarla a la luz. 

miércoles, 20 de enero de 2016

Problemas con la vida.

Clima de locos. Termostato corporal decadente, recuerdan momentos felices que, ahora son los más tristes. Puedo apostar que mi Romina ya no me recuerda, yo la recuerdo. Tengo problemas con el cigarro. Creí que no lo necesitaba pero parece ser que si. El alcohol siempre ha sido efímero para mi, al igual que la aceptación; o eso creía.
Todos avanzan, siguen moviéndose, en sus vidas, en sus rutinas. Yo, yo sigo aquí, en el mismo lugar. Rodeado de los mismos amigos que ahora son extraños. Han cambiado, todo ha cambiado. No se que pasa. Solo quiero salir de aquí, volar. Moverme. Sin que me importe quien o que se cruce en mi. Debo poder. Yo puedo todo.
Firmes y dignos.

Firmes y dignos me digo. El hambre me tira pero el orgullo me levanta. Se que puedo. Me quiero, te quiero, nos quiero. No a ti. Pero nos quiero. Sigamos adelante. Borraré todo lo que deba ser borrado.
Olvidándote a ti pero no los momentos que pasamos. Eso es lo que me tira. Pero no quiero deshacerme de eso. No puedo, creo que es ahí donde radica mi problema. En que soy un mediocre por convicción, por que es lo acepto aunque no lo merezco.
Nos quiero.

lunes, 18 de enero de 2016

Letras que queman.

Siempre me cuesta mucho empezar o volver a escribir, mas cuando estaba a punto de cumplir cuatro meses con la ferviente convicción de no volverlo a hacer en mucho tiempo.
Solo diré que no quería escribir en computadora. Siempre le he encontrado un gusto especial, excepcional y con mejor sabor de boca a escribir en una hoja, con una pluma que nunca me gusta como pinta.
No se porqué escribo estas cosas sin sentido, sin significado. Tal vez quiero escribir lo que sea, lo primero que tenga en mente.O tal vez porque no quiero escribir lo mismo de siempre. Aunque me queme esta dulce, amarga y trágica sensación en mi pecho, en mis dedos, en mis ojos.

"Pero, qué carajos"- me digo. Es mi vida,es mi blog, es mi hoja. Es mi amor y desamor. Son mis ganas, mis miedos y demonios, son mi todo que conforman mi nada.

Hoy solo quiero escribir después de casi cuatro meses solo para decirte que te pienso, que te escribo, que te sueño. Que te quiero, huracán.


XX

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